escher

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jueves, 22 de abril de 2010

sobre el profesorado y otras yerbas

Hace días vengo mascullando algunas cuestiones y quiero escribirlas para poder sacármelas de arriba.
Parece que días atras se publicó en El País una nota en la que algunas personas analizaban la población que ingresa al IPA. No leí la nota íntegra pero supe que la cuestión central es que el nivel medio de los aspirantes a docentes es muy mediocre.
No me interesa cuestionar la validez científica de estas observaciones, más bien me quedé pensando otras cuestiones.
En la nota de marras aparecía un docente del Instituto muy consternado por los problemas de lenguaje que presentaban sus alumnos, su nombre es Raúl Gil y sucede que yo lo conozco pues asistí a su curso de primero (Sociología 1)en el año 2001. Dicho curso constó de 5 clases ya que Gil no asistió en más oportunidades, debo decir que la posibilidad cruzarme con un docente del calibre de Gil hizo que me gustara el IPA.
Podría ponerme a cuestionar la altura moral de Gil para efectuar apreciaciones sobre sus alumnos, o caer en la tentación de catalogar de muy deterministas y pseudofacistas exagerando un poco, sin embargo quiero detenerme en otras cosas.

Las clases de este docente eran básicamente muy provocadoras e invitaban a poder espetarle algún argumento de fuste que obligaran a un esfuerzo intelectual por su parte, realmente un placer. Seguramente Raúl fue un muy buen estudiante, de esos que nos gusta tener, cuestionador, capaz de conectar ideas rápidamente, un buen ejemplo del producto que alguna vez supo dar nuestro sistema educativo. Y aquí justamente es donde llegamos a una cuestión triste: ¿porque alguien medianamente brillante queda sumido en esa apatía, en ese desánimo que hace que ya no crea en nada?.
Ciertamente no es el único caso que conozco, esta actitud hacia las actividades que a uno le toca desarrollar es casi cultural en Uruguay, la comodidad, el no compromiso, el creer que ya todo está perdido son muy comunes en el uruguayo medio. Sin embargo creo que hay algo más revelador y grave en las afirmaciones de Gil, él mismo es un ejemplo de la decadencia en la que parece caer día a día nuestra educación. Bastaría pensar en ejemplos como el de Massera, Soler Roca, Julio Cesar Castro, etc., gente que cuando uno la lee se convence de que algo se perdió en este tiempo.
¿Fue culpa de la dictadura?, ¿había cierta ingenuidad en ellos que nosotros ya perdimos?, ¿ habrá que culpar a la globalización y los teletubis?.

2 comentarios:

  1. Decadencia de la educación, lindo tópico para tertuliar largo y tendido. Tal vez sea - yo - uno de esos "estudiantes" que Gil denuncia, pero la tarea de estar con los pibes, de saberse vivo, de intentar despertar "croquetas" eso jamás sera decante.
    Decadentes podrán ser los edificios, los materiales didácticos en fin lo material, el conocimiento, la vocación y las relaciones humanas jamás serán decadentes. Ladrán Sancho, señal que cabalgamos

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  2. Tuvieron suerte de tener cinco clases con él. Yo no tuve ninguna, a mi grupo lo tomó en la tarde pero nunca vino. Nos tocaba el viernes. Como mis compañeros eran bien niñatos iban a buscarlo a la bedelía y asi se enteraron de que el profe decía que el grupo se había ido y entonces se retiraba del lugar. Tan niñatos eran, que frente a los hechos decidieron hablar con la dirección y al viernes próximo el profe estaba ahí. También estaba yo, y otros que ibamos lo menos posible pero que habiamos sido especialmente citados a la que sería la primer clase de sociología en un viernes de fin de mayo. Fue la primera y la última, cuando le cuestionamos su proceder, intentó escudarse en la cárcel, la militancia y la dictadura, pero al final dijo que no venía a nuestra hora porque tenía cosas más importantes que hacer. A nosotros no nos pareció ético que tuviera algo más importante que el trabajo en horario pago de trabajo y al verse acorralado decidió en el momento que dejaba el grupo. A fin de año le tocó a Fernadez Inzúa levantar el muerto. No me olvidé nunca de su nombre y de la anécdota y supogo que los quince que cursaban conmigo en la tarde tampoco. Me guardo la opinión.

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